La tradición hecha olimpiadas

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Es un sábado de septiembre. El calor se empieza a sentir fuerte desde muy temprano en la comunidad de Guamal, a 10 minutos en carro de Inírida.

El puente se encuentra abarrotado de espectadores, pues está próximo a iniciarse los Juegos Autóctonos Indígenas, una especie de olimpíadas que realiza la Secretaría de Asuntos Indígenas de la Gobernación de Guainía para celebrar el día de los pueblos indígenas.

A simple vista es imposible saber de qué etnia son, pero nos explican que vienen de familias de Curripacos, piapocos, puinaves, sikuanis y cubeos que se entienden gracias al español que trajeron los colonizadores.

Antes de iniciar las primeras pruebas se muestran ansiosos, tal vez nerviosos, pues sin duda heredaron esa sangre guerrera que los ha caracterizado a lo largo de la historia.

Las pruebas buscan rescatar esa historia. Acá no hay baloncesto, tejo o fútbol. En estos juegos se destaca la cotidianidad, la herencia.

Esta olimpiada la abre la natación. Guainía es llamado “Tierra de muchas aguas”, sus habitantes crecen entre caños y ríos y por esta razón son expertos nadadores.

El pito suena y parten los primeros nadadores en medio de los gritos de los asistentes. Varias series dejan los ganadores que al final definen el mejor entre ellos.

Otra de las pruebas es el zambullido. El que más tiempo dure debajo del agua es el ganador. La caza bajo el agua los ha convertido en fuertes apneistas. También compiten por ser el más rápido con los remos.

Uno de los juegos más exigentes es “Arrastre del bongo”. Cuando los indígenas, colonos y visitantes navegan por los ríos, es frecuente que tengan que bajarse de sus embarcaciones debido a los raudales, corrientes de agua que se forman por el paso de enormes piedras a nivel de la orilla.

Los viajeros deben pasar toda la carga al hombro y esto incluye el bongo. En estos juegos deben arrastrar el bongo desde el río hasta un punto definido y regresarlo al agua. Como es una competencia, el equipo que lo haga en menor tiempo es el ganador.

Jale el bejuco es otra de las competencias favoritas. Los equipos miden sus fuerzas halando raíces de los árboles de la región. No hay manera de envolverlo entre las manos como lo solemos hacer con las sogas. El ancho del bejuco lo hace más difícil, por eso ganan solo los más fuertes y organizados.

Las otras competencias recuerdan la vida cotidiana en las comunidades a lo largo de los ríos que atraviesan el departamento. La cerbatana y el arco y flecha, por ejemplo. En estas pruebas la oportunidad es para las mujeres. En la vida real es de los hombres, sin embargo, esto no resta puntería y técnica por parte de ellas.

Los juegos los cierran los tejidos del catumare y el cebucán. El primero, un canasto alargado y grande que sirve para cargar la yuca y el segundo, una especie de colador que permite extraer los jugos de la yuca rallada.

Sin duda, son unos juegos únicos, que bien vale la pena vivir.