El puerto de Inírida está inundado. Algunas calles cercanas también. Es septiembre, los habitantes de esta ciudad capital de Guainía hablan de época de “invierno”, pero en realidad es de lluvias, pues el termómetro marca más de 35 grados centígrados.
Allí arranca el viaje por el río Inírida que durante casi dos horas nos llevará hasta los cerros de Mavicure, tres monolitos pertenecientes al macizo guayanés.
En esta época el río alcanza hasta 2 kilómetros de ancho, y pareciera que se navega casi a la altura de la copa de los árboles típicos de la región amazónica.
Multiplicidad de aves, micos y algunos reptiles se dejan ver a lo lejos, en la zona de los árboles. Ellos acompañan el recorrido en el que nos topamos con otra embarcación pequeña que sirve de transporte de las diferentes comunidades indígenas y visitantes que se desplazan entre caseríos y en algunas ocasiones entre Colombia y Venezuela.
Después de un buen rato de navegar, aparecen en el paisaje los tres monolitos: Pajarito, Mono y Mavicure. Es imposible no emocionarse ante el paisaje de este paraje de la Colombia Bacana.
El Mavicure es el único al que se puede subir. Para ello hay que pedir permiso al Capitán de la comunidad de El Remanso y luego sí, ascender por su ladera.
El recorrido por el monolito es fácil, pero hay que tener zapatos adecuados que tengan agarre sobre la roca. Tiene algunos pasos que requieren de fortaleza en las piernas y algo de destreza, por eso es necesario andar con un guía que de las instrucciones en cada uno de estos pasos.
Desde la cima el paisaje es hermoso, esplendoroso, único. Vale la pena sentarse en el borde de la piedra para apreciar la naturaleza y recargarse de buenas energías. Los insectos que revolotean en esa época del año son inofensivos.
Si el paisaje es magnífico, su gente aún más. Todos siempre están para servir de la mejor manera. Hay pocos turistas, por eso los cuidan, respetan y cobran lo justo.