La historia de don Uribe León en Albán, Nariño, tiene un final que nadie imaginó, pues sus vinos fueron admirados por todo aquel que los consumía, incluso en el exterior, y también pasaron a ser exhibidos en casas y oficinas gracias a las artesanías en que se empacaban, pero una decisión de las autoridades acabó con su vino, con su artesanía, con sus fuerzas, pero no con la ilusión de una familia que vivió entre frutos, zumos y fermentos.
